miércoles, 4 de agosto de 2010

Rendijas a la incertidumbre

Unas tenues líneas de luz recorrían la pared, provenían de los pequeños huecos de la persiana que alguna vez había estado levantada, pero ya desde hacía tiempo esta era la única fuente de luz para la habitación que -descontando esas finos brillos que apenas aportaban visibilidad- estaba sumergida en la penumbra, similar a un vacío o un eclipse total. Él estaba tirado en la cama, todos y cada uno de sus músculos estaba relajado, su cuerpo estaba inmóvil, su mente en blanco, su repiración en regularidad...No sabía desde hacía cuanto tiempo estaba así, tal vez habían sido sólo horas, pero muy posiblemente habían sido días, ¿semanas? No importaba, ya no existían las unidades de tiempo, habían desaparecido, todo había desaparecido en ese lugar; él ya era parte del tiempo, parte de ese espacio, del vación que era esa habitación, sólo debía respirar pero realmente ¿habría algún cambio si dejaba de hacerlo? El futuro era incierto, el pasado había desaparecido, el presente...era cada inhalación y exhalación, cada sonido del afuera, totalmente ajeno a ese espacio, cada cambio del mundo exterior que se podía divisar entre las rendijas de la descascarillada persiana. Él, las paredes, los muebles, el aire, todo, se había fundido en un infinito agujero; todo era totalmente impredecible, inestable, inseguro. ¿Y qué? él se encontraba en un estado de decadencia, ya que estaba totalmente centrado en mantenerse ahí, en la nada, haciendo nada, sintiendo nada, no había retorno, eso era lo único que quedaba, su mente se había vaciado completamente, de recuerdos, ideas, sentimientos, pensamientos, gustos, no era ni siquiera un ente, ya era parte de esa habitación, era lo mismo que un inerte zócalo pegado a la pared. Nada cambiaría nunca...nada...nunca.

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